sábado, 23 de enero de 2010

Pablo Trochon - de alieris

Dice Bolaño que existen los escritores de riesgo y los escritores cobardes, del pensamiento débil, de los cuales no por ello podemos decir que no sean buenos escritores, en el sentido asocial del término.

La idea del escritor valiente, verdadero o combativo, no complaciente con las líneas de la legibilidad, la amenidad y la claridad tendientes a la respetabilidad que practicarían gran parte de los escritores de habla hispana, me resulta identificar entre los escritores contemporáneos jóvenes (reales, no a la uruguaya). ¿Quién está arriesgando ahí afuera? ¿Quién escribe con los ojos abiertos frente al abismo (por citar nuevamente a Bolaño)?

Percibo una generación (si es que podemos hablar de algo semejante) de conformidad, de concurso literario, de seguimiento de una estética onettiana benedettiana (por nombrar dos polos de una misma esteticidad), de alieris de alieris de alieris.

Es lamentablemente fácil identificar los códigos que los jurados están dispuestos a aceptar, y eso es evidente en la recurrencia de premios en algunos escritores de oficio (algunos de ellos muy buenos por cierto). Ahora por qué no he hablado hasta el momento de las generaciones, o de las nuevas generaciones que me provoca más interés. Porque para poder ser encastrados en esas categorías hay que publicar, y sabemos que en Uruguay eso es más que difícil para los que recién comenzamos, y que los concursos, o que el dinero que los concursos otorgan son muchas veces la única entrada a la consideración de los burócratas de las historiografías. Por eso Canon y Generación/es son términos que no pueden analizarse en forma separada. Se me dirá que mirar al abismo no es entrar en este circuito de estómagos rumiantes. Claro que no, pero el problema es que así quedan por fuera de la consideración cientos de escritores que en circunstancias de mayor apertura receptiva (la sociedad montevideana y sus intelectuales son pasmosamente conservadores aún hoy, reconozcámoslo) serían considerados…

Veo con desconsuelo que la literatura joven transcurre mayormente sobre los mismos carriles de hace 50 años, con máscaras de posmodernidad que se quedan en el reemplazo de universos de referencia pero que no asumen un compromiso ético y estético de renovación. No hay riesgo, no hay polémicas. No veo preocupaciones y autoproblematizaciones en la producción escrita (quizás sí en el terreno de la performance). No veo búsqueda, sólo meros transcurrires por la escritura, con mayor o menor acierto. Aunque claro, seguramente esta visión mía sea fruto de la miopía cerebral que me caracteriza.

Entonces qué decir sobre generaciones, y bien poco creo, hasta que podamos sacarnos la capa vieja y sucia de los onettis, los benedettis, los espínolas, los morosolis, los zabalas muniz, los florencios, los delmiras, los ideas… Ojo, no estoy negando las bondades de estos escritores (ni siquiera me estoy metiendo en ello), aunque la mayoría me parecen bien aburridos, sino justamente de las generaciones, que por débiles, por repetitivas no alcanzan a ser tales.

Hablar de generación me suena a encasillamiento, a comodidad del crítico, a letargo, a enlatado. Pero de todas maneras si aceptáramos algo como tal, creo que ésta debe estar caracterizada por una fuerza interna, una fuerza interna de algún orden, aunque sea ininteligible pero fuerza aglutinadora e explosiva al mismo tiempo. Y yo, me he asomado por algunos barrios y no la he encontrado.

Generar me suena a producir, a crear y no a REproducir, REcrear. Y en este problema creo que hay una responsabilidad compartida entre quienes continúan liderando las instancias de legitimación y quienes, por los motivos más diversos (entre los que lidera el afán de reconocimiento) no hacemos sino repetirnos.

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